Para “cerrar” esta primera parte del año y entrar en las vacaciones de invierno compartimos un texto que pinta muy bien los desafíos que, como comunidad educativa, hemos enfrentado en estos tiempos que nos han tocado vivir y que nos han llevado a recalcular el futuro para poder seguir andando.
Ni el más sofisticado de los astrólogos había previsto allá por el año 2019 lo que se estaba gestando en el mundo. Advertencias había. El Papa Francisco había llamado la atención sobre los riesgos para la humanidad que conllevaba el maltrato a la madre tierra.
Lo cierto es que el 2020 nos encontró aislados, en peligro y, en el mejor de los casos, recalculando el futuro.
La educación no fue ajena a la crisis. Con más o menos recursos, ejércitos de docentes asumieron el desafío de la hora y trataron de sostener la escuela a la distancia con diversos resultados.
La llegada aluvional del futuro, con su cuota de sorpresa y desorden, dio también lugar a nuevas luces y oportunidades que brotaron rápidamente, mostrándonos todo el potencial de creatividad en estado embrionario que había en nuestros colegios, en sus alumnos, docentes y familias.
Y ahí está la oportunidad. Ya no somos ni seremos el mismo Colegio Marianista.
El desafío es ser más marianista, mejor colegio, claro en su norte, preciso en su función misionera y evangelizadora, en un mundo que con mayor insistencia necesitará un genuino mensaje de esperanza que sólo Jesús y el Evangelio, con la protección y el cuidado de la Virgen María, pueden dar.
Matías Bruzzoni, Director de Estudios del Nivel Secundario
